Las mujeres poco a poco han ganado terreno en todos los ámbitos laborales, también en la conserjería. Sin embargo, en sus labores tienen que lidiar con tratos vejatorios y también violentos. Pese a eso, ellas se han posicionado en un rubro que antes era sólo de hombres.

Olga Olave: “Hace 10 años era muy difícil conseguir trabajo de conserje”

Olga Olave lleva 10 años trabajando de conserje. Está casada hace 40 años y tiene 3 hijos.

Su cercanía con el oficio se lo debe a su esposo, quien se desempeña como conserje, al igual que su cuñado y su hermano. “Hace 10 años atrás era muy difícil conseguir trabajo de conserje, casi no había ninguna mujer trabajando”. Cuando decidió trabajar de conserje, Olga era dueña de casa y fue luego de un acuerdo familiar, en un momento en que sus hijos estaban chicos y su esposo había quedado cesante y en que le aparecían más posibilidades de trabajo a ella que a su marido, que se inició en el rubro.

Su primer edificio fue uno que quedaba en la calle El Vergel. Ahí estuvo 5 años y se retiró porque nunca le removieron el turno (trabajaba de 14 a 22 horas), lo que  afectó en su vida personal con sus hijos.

De esa experiencia llegó a trabajar en la conserjería de un condominio grande en la comuna de Las Condes. Eran cinco torres y cada una con 25 pisos. Ahí trabajaban unas 50 personas. Olga cuenta que trabajó en todos los turnos existentes y había cuatro conserjes por turno. Estuvo ahí tres años, pero una de las razones que la impulsó a salir fue que le quedaba muy lejos de la casa y los traslados de noche eran dificultosos. Además, ya en esa época sus hijos habían crecido y uno de ellos estaba trabajando, por lo que había un sueldo más en su casa, lo que le permitía poder ganar un poco menos.

En el edificio de Providencia donde actualmente está, trabaja también su marido y varios familiares. Se desempeña de nochera de lunes a viernes. “Hay más responsabilidad porque de noche (23 a 8 am) implica más vigilancia y el riesgo es mayor, pero dentro de todo es tranquilo”. Le gusta ese horario puesto que Olga se hace cargo de su suegra y su madre y le acomoda tener las mañanas libres para poder llevarlas a los controles médicos, trámites, etc. Se organiza durmiendo generalmente en las tardes.

Para Olga, lo más difícil de este trabajo es el trato con los residentes. Eso lo menciona por una mala experiencia que tuvo hace unos años atrás, cuando se sintió discriminada y agredida por un propietario. “No me asustó, pero me dejó encerrada en la caseta de conserjería”, relata. Olga tomó una acción legal en contra de esa persona, por lo que se le paso una multa a ese propietario, quien, por lo demás nunca ofreció disculpas. De esa historia, Olga rescata que hay que tener paciencia, tolerancia y aprender a controlar las emociones.

Olga señala que en una época se sintió discriminada por sus propios compañeros, quienes no le entregaban todos los conocimientos necesarios para desempeñar sus labores y muchas veces en situaciones importantes no tenía solución. Pero lo que más le llamaba la atención, era que cuando ella no podía arreglar la situación, llegaba su compañero solucionando todo. Olga cree que no la ayudaban por el miedo a perder el trabajo.

Entre las mujeres que trabajan de conserje, dice Olga, que “por lo general hay buena onda”. A pesar de ello, cree que “las mujeres somos más machistas que los mismo hombres”. Antes le pasaba que las mujeres residentes la miraban con desconfianza, o se asombraban de verla, pero después la felicitan, por ejemplo, de que ande sola haciendo las rondas en la noche.

Además cree también que se discrimina en este trabajo porque una mujer recibe menos salario que un hombre, desempeñándose en lo mismo. “Todavía este trabajo sigue siendo muy masculino, se nota cuando se busca trabajo, porque a un hombre no le exigen los cursos de caldera, piscina, OS10, primeros auxilios y monóxido de carbono, lo digo porque a mi marido jamás le han pedido que acredite esos cursos y a mí, cada vez que he postulado a trabajar”.

Si bien el turno de noche es tranquilo, a Olga le gustaría a futuro solucionar sus temas familiares para poder tomar otros turnos. “Trabajar en la noche no es tan
sano, siento que no me hace bien, porque nunca llego a dormir a mi casa y siempre hay algo que hacer”. Pero a pesar de eso igual le gusta su trabajo, porque “es bueno, limpio, tranquilo, es bien pagado y no todos los compañeros son mala onda, hay varios que te protegen”.

Marisol Figueroa

Marisol Figueroa (48), casada y mamá de 2 hijos, comenzó haciendo aseo en los departamentos, luego hizo aseo en el edificio, hasta que empezaron a necesitar personal de reemplazo y le ofrecieron el trabajo. “Faltaba un cupo para cubrir en una emergencia, me lo ofrecieron, hice el reemplazo en las vacaciones, estuve 3 meses a prueba y quedé, eso ya hace 4 años atrás”. Actualmente trabaja de 8:00 hasta las 15 horas de martes a sábado.

Antes de llegar a trabajar al edificio de Providencia, Marisol era dueña de casa. “El sueldo de mi esposo no era suficiente para poder comprarnos una casa, teníamos que complementar rentas, por eso salí a buscar trabajo”. Su marido también trabaja en el edificio de Providencia, es conserje hace 27 años, él es el mayordomo.

Los consejos más importantes que le ha dado a Marisol, son que tenga mucho cuidado, que sea respetuosa con los residentes, cortés, educada y atenta, por ejemplo, si viene una persona con bolsas, acompañarlo y ayudarle. “Nunca me imaginé en la vida que iba trabajar de conserje. Años atrás había trabajado en atención de público en el Mall Panorámico, como jefa de local”.

Marisol cuenta que en un principio los residentes la miraban harto. “Algunos hombres, cuando llegaban al edificio, querían llegar y pasar y me tenía que imponer, sobre todo los fines de semana, ya que toda persona se debe registrar de entrada y salida”, recuerda.

Para Marisol lo más difícil, siendo conserje, es controlar a la gente alterada o a visitas que vienen con trago. Marisol se ha capacitado, ha leído y todos los días se empapa de la experiencia de sus compañeros y de su esposo para estar preparada, por ejemplo, para reiniciar un ascensor, el portón eléctrico o la sala de bombas.

Una mañana, Marisol se topó de frente con un delincuente. Ella estaba haciendo un turno, cuando vio por las cámaras de seguridad un tipo sospechoso con un niño como de diez años de la mano, lo que la alteró “porque los niños a esa edad ya casi no andan de la mano”, pensó. El sujeto llegó hablando por teléfono, ella le dijo para dónde iba, y él, haciendo como que hablaba con alguien, decía “Daniel, ya llegué, voy subiendo”. Marisol, le volvió a preguntar para dónde iba y él le contestó que iba atrasado. Así que ella amablemente lo invitó a salir y le dijo que no vivía ningún Daniel en el edificio. Ese hecho ocurrió a las once de la mañana. “Hay que estar siempre alerta. Lo que me pasó a mí fue de día, pero en todo momento hay que estar alerta”. Marisol lleva una libreta con un conteo de la gente que ha entrado y salido del edificio, ya conoce los horarios de los residentes y sabe quiénes están en el edificio.

Marisol destaca el buen equipo de trabajo que hay en su edificio. Los turnos y las personas son responsables y respetuosas, “son todos colaboradores y si tenemos un problema, lo comunicamos. Se trabaja con agrado, el administrador es accesible y tienen un buen trato. Es como una pequeña familia que uno tiene fuera del hogar”. En cuanto a los residentes, le gusta de la comunidad ya que “acá te hacen partícipe de las fiestas, el personal de trabajo se une con los residentes, compartimos y eso es muy bonito porque a una la hacen integrarse”.

Marisol les aconseja a las mujeres que si tienen interés, “que prueben, es algo distinto, que se atrevan, porque es un trabajo limpio, bueno y bien remunerado”, dice.

Tanto Olga como Marisol, concuerdan con que están contentas con su trabajo. Ser conserje y mujer es un desafío, pero ambas demuestran día a día que se puede y esperan que este oficio amplíe su oferta laboral para poder ver más mujeres desempeñándose en la conserjería.

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